Cójase a Manuel Azaña, adelgácesele, procédase a colorearlo y estirarlo, dibújesele una sonrisa, bórrense sus lecturas, idiomas y don de palabra, crionícesele y despiértesele setenta años más tarde y se obtendrá a José Luis Rodríguez. No el Puma, sino el Puya, por su afición a castigar a la res del centroderecha mientras sus socios neofascistas se baten gallardos con el toro bidimensional de Osborne.
Algún día habrá que dejarse de fórmulas huecas sobre la ETA y centrarse en su estética de capuchitas, banderines y posados. Si alguien así se le planta enfrente, arránquele la capucha sin contemplaciones. Aunque sea blanca. Debajo no le aguarda un bombón belga con forma de gañán al modo de esas figurillas de chocolate que cuelgan de los árboles de Navidad, sino la triste y sórdida verdad del terror: un cejijunto con halitosis. A él le va a regalar nuestro Estado de Derecho el abuelo congelado, desinstruido y desconstruido, un tipo con el dejà vu de haberse abrazado ya, en días muy lejanos, a la fuerza bruta por asegurarse un poder al que cree tener derecho preferente.
La versión light del alcalaíno conserva la compulsión sectaria y siente un cosquilleo al detener derechistas sin motivo. Cuando pierda las elecciones exclamará que "Cataluña es el último baluarte de la República" que preside Juan Carlos I, y si el nuevo Companys no corre al balcón de la Generalidad, será porque Dios no quiera.
La historia no se repite, pero hay ciertos patrones: gobernantes insensatos y palabreros que arrastran al país a zonas de excepción donde la ley no se aplica, donde los jueces se ajustan al contexto, donde el dolor equivale a la anécdota, la violencia obtiene recompensa y la nación sale a pública subasta.
Siempre habrá cejijuntos con o sin capucha, siempre habrá asesinos y ladrones provistos de mejores o peores excusas. Lo que no hay siempre en España, por desgracia, son gobiernos que en democracia respeten las leyes y la Constitución. No lo hizo Azaña nunca, como no lo hace esta sombra desvaída. El patrón histórico se llama traición, soberbia, hipocresía. "Paz" en su boca no quiere decir nada. Y cuando quiere decir algo, ya es demasiado tarde.